jueves, 12 de julio de 2012

Siempre es Navidad


El grupo de peregrinos, esperando entrar en la Basílica de la Natividad

       
          La Casa del Pan, es lo que significa Belén, Bet-lehem. Y allí dormimos tras el día anterior intenso en las vivencias y subido en los calores. Bien descansados teníamos un cita especial en la Basílica de la Natividad. No llevábamos sonajas ni panderetas, tampoco cantamos el “Adeste Fideles” o el “Noche de Paz” con el frío propio de las navidades de diciembre en nuestros lares. Era curioso el cantar navideño armonizado con el sonido del clas-clas del abanico que alivia el sofoco ya a las ocho de la mañana.
            Pero las calendas y su ambientación meteorológica no contaban para lo que estábamos viviendo. El dato que nos movía era la memoria allí de lo que aconteció hace dos mil años, y beneficiarnos de nuevo nosotros aquí como lo hicieron aquellos de antaño. Un allí y un aquí, un entonces y un ahora es lo que misteriosamente se juntan como un regalo que nos toca, que nos corresponde, que es capaz de abrazar nuestra vida aquí y ahora, como el mismo Dios la abrazó entonces y allí.
            Porque también para nosotros se cumple lo que ya decía ese texto del libro de la Sabiduría que escuchamos en la Navidad: “cuando un silencio todo lo envolvía, y la noche estaba a la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente, Señor, se abalanzó a una tierra condenada al exterminio” (Sab 18,14-15). Hay una Palabra que todo lo puede, que todo lo crea, que todo lo recrea, que es la que sale de los labios de Dios. Él siempre nos la pronuncia, tanto cuando nos susurra cosas como cuando nos las dice mientras calla. Pero jamás su Palabra es un hablar por hablar, sino que llena de sentido y horizonte nuestro silencio enmudecido, y enciende una luz capaz de disipar cualquier oscuridad.
            Quedan rotos, audazmente quebrados los modos y métodos en los que cabría organizar la venida de Dios. Él no vendrá como sabihondo sabelotodo, no será un poderoso potentado, ni actuará cual gran gendarme del mundo armado hasta los dientes de fuerza multinacional. Menos mal que el Padre eterno no nos preguntó. Por no haber no hubo ni siquiera una rueda de prensa. Anónima donde las haya fue aquella escena: una joven mujer en trance de dar a luz a su pequeño, ante la intemperie de no encontrar lugar para semejante instante. Siendo como era casi niña, primeriza mamá, con el peso de todas las incertidumbres, confiada en la palabra que el mensajero de Dios le había dado, apoyada en la fidelidad discreta de aquel carpintero bueno y justo que la acompañaba, José que tanto y tan puramente la quería. La joven nazaretana Miriam, encontró en una especie de establo el lugar para que naciera el Mesías, Rey de todos los reyes.
            Todo esto sucedió entonces, lejos de cualquier glamour pinturero, al margen de los mentideros y de las vanidades, de los que calculaban sus vergüenzas para tener a raya la infinita paciencia de Dios. Nada parecía estar pasando, y sin embargo un antes y un después para siempre aconteció. Arriba en las majadas, el campo de los pastores no tenía mayor cosa extraordinaria aquella noche. Entre zurrones y sin turrones, también a ellos, los primeros de todos, se les dio la noticia con un “hoy” que resonará para siempre en la historia de los hombres: os ha nacido un Salvador. La vida tosca y sin apenas horizonte de aquellos pastores, al margen de tantas cosas, carentes de tanto cuanto su ignorancia les hurtaba y escondía, de pronto se iluminó.
            La luz era distinta, tanto que ni siquiera la sabrían contar, ni dibujar, ni darle forma o componer para ella una música especial. Pero era luz. No sabían cómo, pero aquellas vidas quedaron iluminadas y encendidas con una claridad y una lumbre tan poderosas como tiernas y sin mentiras. ¿Era posible que una escena así pudiera hacer tanto? ¡Pero si era tan sólo un bebé recién nacido, y su madre que no sabía bien como cogerle en brazos, o cómo cambiar su llanto en sonrisa! Y aquel José que parecía el padre sin serlo, estaba lleno de asombro como si de un pasmo se tratase.
            Así de cotidiana fue esa escena, así de inesperado el modo con el que Dios quiso enviarnos al Salvador de nuestras vidas. Nosotros allí, arrebujados en torno a ese misterio que tiene que ver con cada uno, pusimos ante el Niño los escenarios en los que esa escena hace que Dios se haga nuevamente contemporáneo. También nosotros andamos en las mil derivas, sin lograr dar a luz un mundo en donde la paz y la justicia se besen como dice el profeta Isaías, en donde la gloria de Dios no se perciba como rival de nuestra dicha, en donde los hombres se sepan verdaderamente hermanos bajo la mirada del Padre de todos, a pesar de nuestras fugas pródigas o nuestras permanencias resentidas.
            Como pastores a los que se les anuncia inmerecidamente una Buena Noticia, así se nos anunció a nosotros. Como aquellos Magos de oriente también nosotros vinimos a adorar a ese Niño guiados por la estrella. Entre pastores y Magos andamos nosotros también, con nuestras cosas, con nuestras cuitas, con aquello que nos acorrala y lo que nos permite vivir una esperanza rendida. Es Navidad. Sólo cabe nuestro mejor albricias.
           
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Belén, 11 julio de 2012
Celebrando la Navidad en Belén, el 11 de julio

En la iglesia del Campo de los Pastores, Pablo Morí canta Adeste Fideles

Celebrando misa en Belén

El grupo, a la entrada de la gruta de la Natividad

En una de las cuevas del Campo de los Pastores de Belén

En el Huerto de los Olivos

1 comentario:

  1. Buena peregrinación por la bendita Tierra de JESÚS! Cuantas emociones, pasar, recordar, escuchar,, convivir por los Santos lugares donde Nuestra HISTORIA comenzó. Y como *ALGUIEN* dijo en otra peregrinación en el 2005: "Somos unos privilegiados, a parte de los regalos y fotos nos llevaremos a casa lo más importante de este viaje lo que nuestros ojos han visto y nuestros oidos han escuchado y nuestro SER HA SENTIDO Y VIVIDO"
    ORACIONES, SALUDOS Y MUCHA PAZ Y BIEN!!!

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